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Nombre: Juan de Dios Aldea Fonseca
Nacimiento: Chillán, 24 de mayo de 1853
Muerte: Iquique, 24 de mayo de 1879
Padre: José Manuel Aldea
Madre: María Antonieta Contreras
Cónyuge:
Hijos:
Filiación política:
Profesión: Militar
Estudios:
1861. Escuela Franciscana, Chillán
Carrera Militar:
1872. Soldado Batallón de Artillería de Marina
1874. Cabo 2º
1876. Cabo 1º
1877. Sargento 2º
1877. Se embarca en La Esmeralda
1878. Se embarca en el pontón Thalaba
1878. Guardia de la Intendencia de Valparaíso
1879. Se embarca en La Esmeralda
Carrera Política:
Carrera Laboral:
Observaciones
En el primer tiempo de su vida como soldado, se desempeña como cocinero.
Los soldados del regimiento de línea de Artillería de Marina, en tierra se convertían en soldados y lucharon en gran parte de las batallas e incluso sobresalieron en Tarapacá. En el mar, a bordo de los buques, dependían de la Armada, su labor era disparar desde las cofas, defender la bandera nacional, y ser la unidad de abordaje. Juan de Dios Aldea pertenecía a este cuerpo armado.
En el combate naval de Iquique, el 21 de mayo de 1879, sigue a Arturo Prat en el abordaje al Huáscar. Ambos caen heroicamente ese día. Aldea morirá el 24 de mayo, por las heridas de la batalla, en Iquique.
Fue enterrado el día 25 en una fosa común y su cadáver exhumado el 01 de junio de 1881, gracias a la información dada por el joven español Feliciano Arego, quien había observado su entierro y a la comisión formada para ese efecto, presidida por el señor Adolfo Gariazo, señores Hilario Maino, Carlos A. Navarrete, Máximo Urízar, Pedro Mardones, Antonio Alfonso, doctor Cornelio Guzmán, Teniente de la Armada, Carlos Krug, Ramón Silva, Eleuterio Concha, Segundo Bueno y el notario público Eduardo Reyes Lavalle.
Sus restos descansan en la cripta del Monumento a los héroes de Iquique en Valparaíso.
Ruben Dario, en el Canto Épico a las Glorias de Chile, escribe sobre Aldea:
“la voz del héroe se apagó en el crudo
resonar de la humeante batería.
Mas no está solo. Pudo
Aldea, el bravo Aldea,
acompañar a Prat en aquel día
en su hazaña grandiosa y gigante.
Era el vivaz sargento
espíritu y aliento,
músculo y corazón, el soberano
compuesto que al calor de nuestros soles
aduna a sangre y nervios españoles
la médula de león del araucano.
Era el roto bravío
pecho de caballero,
que pelea con brío
y sucumbe altanero.
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